El colectivo: una creación porteña

style="float: right; margin-bottom: 10px; font-weight: 600;"Thu 25th Sep, 2014


El 24 de septiembre de 1928 tiene lugar en Buenos Aires el primer viaje en colectivo, que partía desde Primera Junta, paraba en Plaza Flores y finalizaba en Lacarra y Rivadavia.

Un grupo de taxistas porteños, afectados por la crisis económica que había disminuido en forma alarmante el número de pasajeros, decide ofrecer viajes colectivos a lo largo de la calle Rivadavia.

Fueron José García Alvarez, Rogelio Fernández, Pedro Etchegaray, Manuel Pazos, Felipe Quintana, Antonio González y Lorenzo Porte, que entretenían su ocio en un cafetín de Lacarra y Rivadavia, quienes decidieron (hay quién dice que asesorados por el anarquista Diego Abad de Santillán) ofrecer viajes colectivos a razón de 10 centavos por pasajero hasta Flores y 20 centavos hasta Caballito.



Sin embargo, algunos estudiosos aseguran que los viajes ofrecidos eran a Plaza Once por 10 centavos, y como el negocio fructificó se extendieron hasta Plaza de Mayo por 20 centavos.

El 24 de septiembre se ha instituido como el Día del Colectivo.

De a poco los colectiveros, los colectivos y las diferentes líneas se fueron institucionalizando.

"Los coches en los lugares de parada establecidos se alineaban por riguroso orden de llegada, obedeciendo las órdenes de un inspector, y el público iba ocupando su espacio, según el turno de colocación. Saliendo los coches con intervalos de medio a un minuto" Hubo como en todas las cosas muchos reacios al principio, pero cuando se dieron cuenta de la facilidad con que se llegaba a las zonas más apartadas de la ciudad por un precio tan económico, hasta los más reacios se decidieron a usarlo.

Buenos Aires, que por entonces tenía una población de 2 100 000 habitantes estaba necesitando nuevos medios de transporte. El tranvía no era suficiente, y los taxímetros no estaban al alcance de cualquier bolsillo. El colectivo, un invento exclusivamente argentino, resultó, el término medio en la economía del pueblo, y como el éxito coronó con creces la iniciativa, fueron muchos los que se aprestaron a organizar servicios análogos, aumentando las líneas en todos los barrios de acuerdo a las necesidades de la población.

A medida que los servicios iban regularizándose fueron ampliadas las iniciativas, como la de colocar letreros con el recorrido sobre los parabrisas, o banderas argentinas como distintivo en el capot de los coches, lo que resultaba de lo más pintoresco. La rapidez del colectivo era más aceptada por el público, y eso lógicamente hizo mermar el volumen de los pasajeros en los tranvías.

Con todo, las protestas hechas por la compañía de Tranways Anglo Argentina se dejaron oír airadamente, por considerar que la aparición de los colectivos hacía una competencia desleal a la empresa. Al progreso era imposible ponerle vallas, pues además de la celeridad con que se viajaba y el descongestionamiento del tránsito logrado, ligando velozmente los puntos más apartados del centro, ello representaba la ocupación de más de 12000 obreros y la simplificación de casi toda la actividad comercial de la ciudad".

FUENTE: Revista El Hogar Anuario Año 1954


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