EE.UU.: Ganaron los republicanos
Ganaron los republicanos en Estados Unidos pero no surge un liderazgo nÃtido ni un programa alternativo en esa fuerza conservadora, que sigue sumida en un debate interno entre el extremismo insurgente de los Tea Party y la derecha tradicional que maneja el partido desde los tiempos de Abraham Lincoln. Esta derecha a la vez se dividió entre los conservadores morales que priorizan el evangelismo, el creacionismo y la prohibición de abortar, y los conservadores fiscales que priorizan el recorte de impuestos, el aislacionismo, la desregulación estatal de las relaciones económicas y (acá es donde chocan con los conservadores morales) la privatización de las cuestiones sociales, morales y religiosas.
En otras palabras, ganaron los republicanos el martes pasado en las legislativas de medio término, un triunfo contundente: las dos cámaras del Congreso, récord de Representantes, gobernaciones en estados azules como Massachussetts e Illinois. Pero el triunfo los agarra con el rÃo revuelto y no queda nada claro cómo lo pueden capitalizar. Aunque se pusieran de acuerdo en el Capitolio, aunque tuvieran programa propio, siguen a tiro de veto. Y a año y pico de las primarias, ningún triunfador del martes tiene suficiente tiempo como para anotarse en la carrera a la Casa Blanca y competir con los nombres que ya están establecidos.
Termina siendo más que nada un voto castigo para Obama, no tanto por lo lo que hizo o dejó de hacer, sino por lo mucho que prometió pero no terminó de cumplir. Asà las cosas, registrado ese malestar social, asumido por Obama, el resultado del martes es un golpe de aire fresco para las aspiraciones opositoras, qué duda cabe, pero más allá de la coyuntura, más allá de que "fue un buen dÃa para los republicanos", como reconoció ayer el propio presidente derrotado, el tablero polÃtico no cambia demasiado.
Obamá tendrá que seguir gobernando por decreto como lo viene haciendo desde el 2012 cuando perdió su mayorÃa en el Senado, ya que nunca logro consensuar nada con los republicanos en el Congreso, ni siquiera temas que en principio interesan a la oposición como la demorada reforma migraria para legalizar a más de diez millones de indocumentados, en su gran mayorÃa de origen latinoamericano, que fracasó el año pasado, o la menos ambiciosa reforma impositiva que intentó mover Obama un par de meses atrás.
Mientras tanto, la oposición seguirá perdiendo tiempo y energÃas con inútiles embates en contra la reforma de salud que el presidente logró sin un sólo voto republicano en el 2011. Aunque los principales referentes de la bancada conservadora prometieron insistir con el tema en sus discursos victoriosos el martes pasado, será inútil que lo hagan porque están lejos de la mayorÃa calificada en ambas cámaras y porque Obama ya demostró más de una vez que no le tiembla el pulso para vetar leyes en contra de su reforma emblemática. Será inútil sobre todo porque la reforma rápidamente va ganando aceptación a medida que millones de estadounidenses se anotan en los planes federales y descubren que reciben más por menos en servicios de salud, sin perder libertad ni calidad, como venÃan asustando sus oponentes. Más allá, por supuesto, de un comienzo informáticamente torpe y complicado, que influyó en el resultado de la elecciones, la batalla cultural en favor de la reforma sanitaria parece ganada.
Como la economÃa se muestra en franca recuperación y sobre todo porque la tasa de desempleo finalmente empieza a caer después de años de rescates y tasas pinchadas por el Fed para alentar el gasto y la producción, es muy probable que Obama llegue al final de su mandato mejor de lo que llegó a esta eleección, lo cual harÃa que los candidatos demócratas no tengan que escaparle en el 2016 como en el 2014, lo cual lleva a otro dato ineludible: Hillary Clinton, demóctrata como Obama, sigue siendo la principal favorita para sucederlo.
Hillary está en campaña desde hace cuatro años y lleva millones recaudados con la ayuda de sus amigos de la izquierda champán de Hollywood. Representa tanto el cambio como la continuidad porque fue Primera Dama, senadora y canciller, pero también serÃa la primera mujer en llegar a la presidencia. Asà como entusiasma a los feministas, su postura de intransigencia con Rusia y su apoyo irrestricto a Israel durante su gestión al frente del Departamento de Estado la convierten en una persona confiable para complejo militar-industrial. La intachable conducta fiscal de su marido durante su presidencia la acercan a los sectores financieros y su trabajo con organizaciones sociales y ONGs locales e internacionales, incluyendo por caso a las Abuelas de Plaza de Mayo, .la convierten en una opción digerible para las minorÃas étnicas y los sectores progresistas del partido Demócrata.
Además, del otro lado no aparece mucho. El furor del Tea Party pasó y, como otros movimientos inorgánicos de esta época, no logró generar liderazgos competitivos. Quedan figuras gastadas como Mitt Romney y Rand Paul y otras con poco rodaje a nivel nacional como Marco Rubio o Chris Christie. Demasiado poco como para soñar con una restauración conservadora.