Cuento: Piel de Gallina
--Podes agarrar lo que quieras y pagas en caja --comentó Hernán--. Yo voy a comer empanadas.
Los dos elegimos empanadas, por más que la oferta del dÃa era guiso de lentejas.
Ãl, seguro, seguÃa comiendo carne; en mi caso intentaba dejarla. Preferà solo una de pollo. Condimentada con cebolla, huevo y morrón, el animal muerto pasarÃa desapercibido. No llegarÃa a imaginar cómo lo degollaron. Y menos cómo lo despedazaron.
Pedimos una cerveza frÃa. Todas las mesas tenÃan manteles rojos a cuadros y flores blancas de plástico. Estaban colocadas en vasos de boca ancha, como si fuesen frascos de mayonesa. Apoyé la bandeja y, por un momento, pensé en los años que pasamos sin vernos. Hernán fue un buen amigo en la adolescencia. Y de casualidad lo reencontré. Â
Comà la primera empanada de brócoli y queso, la verdura estaba fresca, tenÃa poco aceite. Agarré la de espinaca y cebolla. Ãl comió las tres fritas, de carne cortada al cuchillo. Al rato palmeó mi hombro y dijo: Â
-- ¡Qué bueno verte, loco! -- y agregó: -- ¿te acordás cuando caminábamos para tomar el tren? todo para ver las bandas de metal. ¡Qué movida, Esteban!
Eso se repetÃa casi todos los fines de semana. Cuando no habÃa plata hacÃamos lo mismo, pero terminábamos mirando las remeras, los buzos y las revistas que tenÃan las galerÃas de la peatonal. Hernán, acelerado como siempre, se reÃa; masticaba; hablaba. No habÃa cambiado en nada.Â
De tantas carcajadas, empecé a toser; tomé un vaso de cerveza; y agarré la última empanada. La música escapaba de una fonola, luminosa como las luces de un escenario. Mientras movÃa la punta del pie a la par de la baterÃa, pensé en voz alta: ¡parece que el tiempo no hubiese pasado!
De repente varios eructos obligaron a que me sentara derecho. Hernán volvÃa del baño.
--   ¿Che, comemos una torta?, hay una de crema que pinta buena.
Le dije que si con la cabeza. Por segunda vez me palmeó el hombro y dijo:
 -- ¡Sos el mismo Esteban, no cambias más!
Fui hasta la vitrina y todas las porciones me miraban, mientras yo pensaba no decirle nada sobre mis ganas de ser vegetariano. Seguro me dirÃa: ¿nunca más vas a comer asado? Estaba intentando dejar las carnes, reemplazarlas por cereales y semillas. No iba a entender. Este "nuevo Esteban", Hernán no lo conocÃa. Lo imaginé comparándome con una mina que solo come verduritas. Por un momento, me di cuenta que estaba parado frente a la torta de crema, ¿rancia?, que podÃa sacarme el gusto asqueroso del pollo muerto, entonces elegà dos porciones.
Brindamos, varias veces, acordándonos de los recitales y los pantalones negros apretados y las remeras negras y las camperas de cuero. También negras. Ãl se reÃa de aquella vez que se encerró en el baño para usar la planchita de mi hermana. Le gustaba tener el pelo bien lacio.
Al terminar la torta de crema y cerezas de rojo artificial, sentà asco. Los pelos pero no los peinados con la planchita, sino los de ambos brazos se erizaron. Encima, no sé por qué,  tuvo la buena idea de recordar cuando mi abuela trajo la sopa de gallina casera.
Los ruidos resonaban en mi estómago, como si hubiese comido dos platos de guiso de lentejas. Las que estaban de oferta. Ãl, contento por el encuentro, no se daba cuenta de nada. Insistió:
 -- ¿Compro otra? Â
 Cuando se levantó, aproveché a eructar varias veces, tapándome la boca. La fonola tenÃa el volumen alto. Creo que nadie escuchó nada. Disimulaba mirando por la ventana.
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Mientras se quedó hablando con el cajero, yo intentaba olvidarme todo lo que comÃ. Y lo que tomé. TenÃa escalofrÃos. Pensé decirle que me sentÃa mal, pero también sabÃa que con su humor ácido iba a burlarse de por vida. Antes nos tomábamos varias cervezas sin comer ni siquiera una empanada y estábamos bien. Muy bien. Entre replanteos y descomposición, sentà una fuerza bruta desde lo más hondo, intenté frenarla, pero era irrefrenable. Miré el largo pasillo; la ventana; la mesa con el mantel rojo a cuadros; la cara de Hernán contento que volvÃa. Tiré al piso las flores blancas de plástico, y corrà con la boca dentro del vaso que parecÃa un frasco de mayonesa.Â