Venezuela: El principio del fin
No es nada fácil darse cuenta cuándo empieza el final, sobre todo cuando uno es el protagonista de la historia, pero no conoce el guión ni sabe cuánto dura la pelÃcula.
El domingo se vota en Venezuela y nueve de diez encuestadores predicen que el chavismo perderá su primera elección regional desde que llegó al poder en el siglo pasado y que por lo tanto perderá, también por primera vez, su mayorÃa en la Asamblea legislativa.Â
Claro que no hay que creerle demasiado a los encuestadores pero tampoco hace falta un triunfo opositor para darse cuenta que la revolución bolivariana está en problemas. Cuando no conseguÃs papel higiénico en un paÃs como Venezuela, sabés que estás en problemas. Y no se trata solamente de un problema económico, que por ciento no es menor: góndolas vacÃas, inflación más alta del mundo, cuatro tipos de dólar oficial que van de seis a doscientos bolÃvares, mientras el dólar negro se vende mil.Â
Tampoco se trata de minimizar los logros del chavismo, que fueron muchos e importantes, desde llevar salud y educación y vivienda a millones de excluidos hasta el esfuerzo puesto en lograr la unidad latuinoamericana, desde llenar el vacÃo polÃtico que dejó la implosión del Acuerdo del Punto Fijo con el Caracazo, hasta el aporte a la paz en la  Colombia.  Pero no exageremos: Hugo Chávez no es el Che Guevara. Nunca dejó de venderle casi todo su petróleo a los yanquis y no les privatizó ni un McDonald´s. A España y Argentina y a Colombia sÃ. A los gringos ni un McDonald´s.  Se podrÃa adivinar que el principio del fin fue apenas un tropiezo, un primer aviso que llegó con el plebiscito del 2007 promoviendo la reelección indefinida del comandante en jefe y presidente, Fue el único plebiscito que perdió el chavismo, y que el mismo comandante se encargó de revertir con un nuevo plebiscito dos años después, del que salió triunfante porque se acordó de incluir a sus gobernadores y alcaldes en la movida reeleccionista. Al final Chávez habÃa ganado, sÃ, pero el poder personalista del autoproclamado lÃder revolucionario habÃa encontrado un limite en el sistema democrático. Amigos y opositores habÃan tomado nota.  Después vino la última operación de Chávez en Cuba antes de morir, la supuesta asunción presidencial de un hombre que no daba señales de vida, el aval de un Tribunal Supremo de mayorÃa automática, la entrega del gobierno venezolano a los hermanos Castro, los cuentos del séquito chavista de grandes y profundas reuniones con un hombre supuestamente presidente que seguÃa sin dar señales de vida, sin una foto ni un videÃto de cinco segundos que demostrara que estaba consciente, el traslado de Chavez de regreso a Venezuela supuestamente tuiteando que estaba feliz de volver a su tierra, el anuncio de su muerte, la asunción inconstitucional de Nicolás Maduro como presidente provisorio cuando le correspondÃa al presidente de la Asamblea Diosdado Cabello, y la candidatura ilegal de Maduro porque según la constitución venezolana un mandatario que asume para llamar a elecciones porque el anterior no puede seguir está impedido de presentarse en esos comicios,  Todo eso desembocó en una campaña en la que Maduro contaba que Chávez se comunicaba con él a través de un pajarito. Pero aún con el cadáver todavÃa fresco y el efecto luto a full, el heredero del gran lÃder  apenas pudo ganar por un puñado de votos.
Casi un año después, el 12 de febrero del 2014, DÃa de la Juventud,  un grupo de moticiclistas uniformados y de civil del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin), junto con miembros de la Guardia Nacional Bolivariana y de "colectivos" chavistas, abrieron fuego contra un grupo de manifestantes desarmados y asesinaron al estudiante de 23 años Bassil Da Costa. Esos motociclistas, después de abrir fuego a mansalva, se replegaron detrás de un cordón de agentes antimotines alineados escudo contra escudo para cortar la marcha a dos cuadras de donde se habÃa producido la balacera. No hicieron falta: ante los primeros disparos los estudiantes habÃan  huÃdo en estampida.  Todo esto fue captado en tres videos y cientos de fotos tomadas desde balcones y terrazas,material que fue subido a las redes sociales y luego plasmado en la publicación de un informe especial de un diario afÃn al chavismo, Ultimas Noticias. Los directivos del diario sólo aceptaron publicar después de que los periodistas pusieran un video en Youtube mostrando la secuencia del asesinato y el video rápidamente alcanzó miles de reproducciones. Los periodistas que hicieron y forzaron la publicación de la investigación, encabezados por Tamoa Calzadilla, no tardaron en perder sus trabajos. Pero el daño ya estaba hecho:  tal fue la contundencia de las pruebas presentadas que el mismo dÃa de la publicación Maduro tuvo que salir por cadena nacional a reconocer que el SebÃn le habÃa disparado a los estudiantes, aunque según él les habÃa ordenado que se queden en sus cuarteles.   Semejante admisión invita a dos lecturas. Si es verdad lo que dijo Maduro, el presidente no controla a su servicio de inteligencia. Si no es verdad, ordenó una represión clandestina, fue descubierto y deslindó responsabilidades. En ambos caso se tratarÃa de un hecho gravisimo.  Pero a juzgar por su reacción, para Maduro y su gobierno no habrÃa por qué preocuparse. A partir de las fotos y los videos del asesinato, periodistas y abogados de Da Costa lograron identificar a diez tiradores. La fiscalÃa venezolana proceso a ocho y acusó a uno de ellos, el comisario del  Sebin José Ramón Perdomo Camacho, de haber matado al estudiante. Mientras los otros siete quedaron en libertad condicional, Camacho quedó detenido...en el cuartel del Sebin (!) a la espera de un juicio que todavÃa no empezó y que ya sufrió varias postergaciones por razones que no fueron explicadas a la peluquera Jeneth de Carmen FrÃas González, madre de Da Costa.  Ese mismo 12 de febrero del 2014 otros cinco estudiantes fueron asesinados a balazos mientras protestaban de manera pacÃfica. También murieron personas en los cortes de ruta de la opocisión, ya sea  en accidentes automovilÃsticos porque era de noche y no vieron la barricada, o porque sufrieron un paro cardÃaco pero su ambulancia no pudo llegar a tiempo al hospital por el corte de ruta, o baleaos por chavistas y antichavistas en distintas circumstancias El gobierno sumó todos estos casos a los de los estudiantes baleados y llegó a prolija suma de más de cuarenta y tres muertos y le echó la culpa a Leopoldo López, organizador de la marcha. Es cierto, la consigna de la protesta fue pedÃr "la salida" del gobierno. Pero seamos honestos, no es ningún crimen pedir "la salida" de un gobierno, como por ejemplo pasa ahora en Brasil sin que nadie vaya preso por salir a la calle y manifestarse en ese sentido . Y no es lo mismo pedir una "salida", que puede ser democrática, que pedir un "golpe". En todo caso a Leopoldo López lo cargaron con los cuarenta y tres muertos por haber organizado la protesta, lo condenaron a once años en un juicio express y lo despacharon a la cárcel más brava que le pudieron encontrar.    "Si no fuera por nuestra investigación a López le daban cadena perpetua," me dijo Tamoa Calzadilla hace dos semanas en Lima, donde fue premiada por su investigación en Ultimas Noticias.  La represión del 2014, mal disimulada con un supuesto complot colombiano-estadounidense que buscaba derrocar a Maduro, asesinarlo si es posible y de paso bombardear el Palacio Miraflores, marcó un quibre en la relación del chavismo con los gobiernos posneoliberales de Brasil, Uruguay, Chile y Perú, que hasta ese momento se habÃan mostrado solidarios con las denuncias chavistas de amenazas desestabilizadoras. También  la OEA, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y hasta  los organismos de derechos humanos inclinados a la izquierda, tomaron distancia, conscientes de que ya no podÃan ignorar ni rebatir las crÃticas al desliz autoritario chavista que desde hace años venÃan realizando los principales organismos de derechos humanos del norte, AmnistÃa Internacional y Human Rights Watch, amén del gobierno de Estados Unidos, la Unión Europea y la derecha latinoamericana,    A diferencia de su admirado antecesor, Maduro no llama a plebiscitos constantemente para legitimarse a través de una campaña permanente. Se entiende, Maduro sabe hacer cuentas. Elegido por apenas un punto en abril del 2013, desde entonces todo ha sido cuesta abajo. El domingo enfrenta su primer test electoral. No lo buscó, pero no le queda otra.Â