PoesÃa vital: Viaje
Viaje
Estoy en un lugar, donde me siento en mi casa. Conocà el Océano PacÃfico. Sueño de todos mis 21 años de vida, vi un ocaso de sol-mar. Me tembló el cuerpo como si nunca hubiese conocido ningún océano, como si nunca hubiese mojado mis pies en agua. Pero ahora, en una playa sin productos quÃmicos, sin bolsas residuales contaminadas por vicios y eso. Vivà seis dÃas en los Andes, me hice Ãntimo amigo de dos guardaparques nacionales de la cordillera y me revelaron varios de sus secretos. Conocà gente asombrosa como esa que brilla con viajes y kilómetros atados. Vi un cometa atravesar toda la galaxia, algo que nunca se puede apreciar naturalmente y que aparece cada miles y millones de años. Un coloso de rastros de anda a saber qué otro universo lejano peleaba contra toda lluvia de asteroides que lo azotaban y seguÃa invicto atravesando lo visible desde donde yo estaba para darle lugar a estar tres horas a la vista mientras seguÃa avanzando. En sÃ: VI la Galaxia y ESTUVE flotando en el vacÃo sideral, en medio de constelaciones que nunca creà que existiesen, en un lugar ancestral de la época virgen en la cual la Tierra era todavÃa algo sin vida que la modifique, cuando solo existÃa la luz del dÃa y su contraposición nocturna, un lugar donde aún hoy en dÃa se pueden ver un promedio de seis estrellas fugaces por minuto, que ni siquiera son estrellas. Y la vista te viaja en forma de cÃrculo frenético por todos los ángulos donde la nieve de picos de 6.800 metros de altura intentan molestar al cielo y darle un sacudón, punzarlo con su extremidad y contarle que también están ahÃ. En un momento lloré, uno de esos cuerpos rocosos y quÃmicos que arriendan contra la atmósfera arrancó el velo del campo terrestre y se vio reflejado en todas las cadenas montañosas un fuego interminable. ¡FUEGO que estalló y que se me reflejó casi tres veces por las capas de los lentes de mis anteojos, fum! Todo iluminado, mi piel erizada y acojonada, mi corazón encogido. Y la conciencia recordándome "SÃ, Lau. No sos nada en esta existencia". Pero otra conciencia nacÃa de esa bala rabiosa que dio ese puñetazo feroz al heno gaseoso de la Tierra, y mientras se abrÃa el portal de llamas me decÃa "No, Lau. Vos también sos dueño y soberano de todo esto". Y entre las dos conciencias, mi lagrimal no soportó. Me abracé de Francisco y le dije cuánto lo querÃa. Los dos llorando oscuridad mientras todavÃa el cuerpo seguÃa cruzando el cielo y seguÃa a paso lento, pesado, latoso, cargante, obeso y torpe hasta que se dilató en medio del vacÃo. La estrella fugaz más atormentada y bella que vi en mis dÃas.
Â
-------------------------
Palabras
Nada de palabras
las palabras se fueron de viaje
ya no hacen falta
nunca hicieron falta
bueno sÃ, quizás algunas veces sÃ
pero muy pocas.
Â
Â
Â
Â
-------------------
Borde
Hay cosas que no se hallan en ninguna parte,
pero soñamos que podemos hallarlas en otras personas.
Ya lo repetÃan en medio del bullicio
vivir con sujetos te hace subjetivo
vivir con objetos te hace objetivo
La mentira sobre un conducto de luz
cuánta chispa, cuántas curvas
cuántos animales e insectos se pueden
escuchar crujiendo y chillando
a lo largo de todo su
recorrido.
Prefiero pasar una noche más a oscuras.
-------------------
Kayros
Hoy me di cuenta que
soy el compositor de poesÃas repletas
de amor, generosidad y melancolÃa vital.
Y nacenÂ
cuando veo la hoja que nada en la canaleta,
el huevo cósmico
troceándose
despedazándose
fragmentándose
y escogiendo su mejor disfraz
y disimular
disimular
y que no lo reconozcan
aquellos que ni siquiera sabenÂ
de su permanencia,
aquellos que no
atisban su ignorancia casual
y por ello se encieganÂ
en el justo momento en el queÂ
dan su paso más preciso, más concluyente.
El rastro,
la estela
y el indicio de la eterna existencia.
La lápida del desconcierto.
Cuando el pasto encabeza los disturbiosÂ
y renacimientos,Â
combatiendo contra la tensiónÂ
que impone la baldosa.
Cuando la resina cae de los árboles
y moja mi conciencia.
Definitivamente,Â
soy el compositor de poesÃas hermosas.
Y estoy tan atento a sus sabores
que no las recuerdo.
Las olvido por intentar recordarlas.
-------------------
Miguel
reflexionando caigo en esto:
el hombre solo conoce del océanoÂ
una mÃnima extensión,
no se conoce ni la mitad de él,
tan calmo
tan inquieto
tan vasto
belleza profunda e imaginaria.
él, en parte, es un poco de eso.
compromiso y desempeño al amar,
inmensidad que diverge al recibir.
por sobre todo,Â
emperador del imperio del sinfÃn
embajador de la sencillez
la boca entreabierta
y miles de palabras que conocen la eternidad.
le ganaste al ganador
vendiste al vendedor
tu amor ahogado
tu inocencia suplicante
y aquella llave universal
capaz de abrir todos los corazones.
tu niño interior
tu circo callejero
ganamos libertad en torno a tu amplitud
la inmensidad en compañÃa de tus notas.
tu personalidad es, sin duda, un refugio
luego de tanto vislumbrar por la ciudad
comenzamos a conjeturar
a percibir
a decodificar
a ser receptores de tu felicidad
de tu mensaje de constante bienvenida.
atendemos,
atendemos a tu desesperado sonreÃr.
Â
-------------------------
Dirección
Reiterándome sobre el sentido de esto, de atarme los cordones, de limpiar la suela para parecer (y solo parecer) más elegante, de peinarme evitando los remolinos y desenmarañar esa cortina que por naturaleza aspira a aferrarse y no querer y no querer y al final quiere y da un punzón y se desprende del lugar caprichoso, de disimular la subida que quedó como consecuencia y aparentarlo como un mal designio capilar, la dirección y el sentido de abrir la puerta, de mecanizarme en los "buenos dÃas" que digo aún siendo de noche. Tengo que sentirme re-lleno aunque en la objetividad parezca que soy un barco sin tripulantes.
No tengo ninguna de la validez universal de ese dicho que dice que los chicos son la mejor escuela. Hoy vi a una nena de nueve años llorando y pataleando la pared. Y no lo hacÃa solamente por ella, también lo hacÃa por todos nosotros. DecÃa y replicaba "Mientras ELLOS sigan hablando y murmullando a nuestras espaldas, nosotros nunca vamos a poder imaginar y pensar tan alto como podrÃamos llegar a hacerlo", "Siempre se burlan de nosotros, los que imaginamos. Y yo ya me cansé". Palabras de la Gran Conciencia en boca de MarÃa Julieta.
-------------------
Rincón
El Rincón de los árboles. Liber y cambium a un lado. Bocas, hueco sin corteza, era un cÃrculo perfecto. Fue el escenario de alguna antigua representación circense de pasados habitantes del bosque, a quienes les gustaba pintar rostros en la piel tajada de esos totems forestales. Sus nombres, signos y marcas naturales tenÃan significado propio, y todo eso que representaban movió a pueblos y comunidades de pensamiento. Fueron sÃmbolo de diversas colonias de vivientes que moraron la arboleda y disparadores de consciencia, proyectados a toda la galaxia. Portal de entendimiento, puerta al interior.
Eran tres árboles, tal vez cuatro. Estaban posicionados a unos cincuenta metros de las orillas de la laguna, una lágrima real que abrazaba a su aldea. El altar estaba al ras de los dominios del próximo reino, regido por seres de otras naturalezas que no podrÃan comprender el poder que estaban evadiendo sin saber. El tiempo no tenÃa mediciones, no existÃa nada que rija un cambio a excepción de los astros todavÃa no concebidos lo suficiente como para mediar entre dÃa y noche, luz y oscuridad. Los perÃodos eran contabilizados de acuerdo a dos tiempos perfectamente definidos: Aquel en el cual las hojas caÃan al suelo, manifestadas y movilizadas por fuerzas extra-terrenales. Y aquel otro en el cual nuevas hojas ocupaban el arcaico lugar de sus anteriores. Los primeros momentos de este segundo perÃodo eran benditos para los seres célicos locales, que peregrinaban hacia el Rincón sin importar las distancias. El aro que se modelaba entre los árboles emitÃa una luz insólita y singular que desadormecÃa las mentes contracturadas de todas las criaturas, iluminaba la memoria, perfeccionaba el recuerdo, revitalecÃa el sentido de su designio sobre el planeta: qué podÃan ser, qué hacÃan, qué debÃan hacer, hacia adónde se dirigÃa el pasado futurizado, el presente viviéndose y el futuro recordado de la existencia. Los árboles, siempre tan vivos, resplandecÃan desde su profundidad a través de Las bocas, el atributo que los caracterizaba, formadas en la misma era en la que nació todo el bosque, la laguna y ciertos espÃritus. Dicen que los sabios, que eran siervos de la Gran Mente, se consumieron al pie de la alameda, cada uno al pie de cada árbol. Balbucearon letras o palabras de algún alfabeto ajeno a nuestra comprensión, y se incineraron y calcinaron hasta quedar dentro de cada tronco y expandir dentro de ellos todo su potencial. Cuentan que las venas y pasadizos internos de los macizos gigantes comenzaron a gorgotear y a bramar bajo raÃces.
El cráter inmenso que permanecÃa cerca del lugar se vio invadido por litros y litros de agua que avanzaban en una fuerza implacable desde el centro del planeta. Asà nació la laguna, propia de la sangre casta de los sabios. En el centro de ella, una acumulación de poderÃo comenzó a ejercer una vÃa de transmisión energética que comenzó a conservar la sensatez y la prudencia en cada una de las ideas que enviaban a los sujetos que decidÃan comunicarse con ella. Asà nació el núcleo del centro de la laguna, propio de la pureza del corazón de los sabios. La combustión desató un movimiento en el suelo que provocó que los árboles crearan pozos colosales a sus pies, por donde muchas cortezas y cenizas cayeron. La tierra se acomodó, los sabios desaparecieron por completo del plano material y los troncos se liberaron de la barrera que separaba la intensidad de sus fosas al cielo y al aire natural. Asà nacieron Las bocas, vestÃbulos transitorios de los entre mundos.
TodavÃa pueden verse las marcas y sus relieves en los troncos. En un plano paralelo, todos peregrinan y todos aún cantan por el acontecimiento de la eliminación de la valla. Aún los seres festejan el choque y alimentan la potestad de los árboles en el bosque y en las mentes. La vida subterránea del Rincón perdura y los mundos siguen en contacto.
Â
 Nota del Editor: En su viaje iniciático por las montañas de la cordillera de los Andes, desde Argentina hasta Huila en Colombia; Lautaro Aledda compartió, en octubre de 2013, varios dÃas de reflexión y crecimiento al borde de las aguas termales de Lares, Cuzco, Perú, con una joven suiza, Miara D. "Logramos una conexión muy especial y ella es una especie de ser sagrado, pura entrega", cuenta. Aquà presentamos un texto inédito de su camarada de viaje.
-------------------------
Lo posibleÂ
Por Miara D.
En el canto del pájaro, la suerte
En la nube, el relato de lo posible
en la hoja de coca, la leche de la tierra
en la luz, el dominio de las pasiones
en la caña, la música del abismo
en la piedra, las almas de los muertos
en el nudo, el secreto de las alianzas
en el árbol callado, los recuerdos del agua
en el sueño, el tejido de los estanques
la vejez en la niebla
en la luna, el jardÃn de los que se fueronÂ
en el viento, la flor de los tempestades
en el cóndor que vuela, la amistad de los reinos
en la mazorca roja, la risa del sol
en la sangre, el desorden de la estrellas.
Â