Porqué el hombre de negocios debe saber filosofía

style="float: right; margin-bottom: 10px; font-weight: 600;"Wed 1st Oct, 2014

"Las ideas de los economistas y los filósofos políticos, tanto cuando son correctas como cuando están equivocadas, son más poderosas de lo que comúnmente se cree. En realidad el mundo está gobernado por poco más que esto. Los hombres prácticos, que se creen exentos de cualquier influencia intelectual, son generalmente esclavos de algún economista difunto."

¿Se trata de la declaración de un utopista radical? ¿Son las frases de un Quijote intelectual e inútil?

No, este texto pertenece a la última página de la obra más importante de Jonn Maynard Keynes, un economista revolucionario (dicho sea de paso, un contribuidor importante en filosofía) que con sus ideas ayudó a sortear la más grave crisis de la economía occidental del siglo XX. Sus aportes influyeron en programas gubernamentales hasta mediados de la década del pasado siglo, cuando fueron substituidas por otras corrientes.


La extraordinaria complejidad de las estructuras sociales contemporáneas y los problemas inherentes a ella vuelven muy difícil, comprender a los hombres y mujeres que forman parte de esas organizaciones. Esto afecta por igual a los agentes económicos, poderosos o no, más allá de la ilusión, muy peligrosa, de tener todo bajo control.

La cognición (término técnico para referirse al conocimiento humano) se vuelve compleja e intrincada. En un mundo así es comprensible que cada grupo se encierre en sí mismo, en sus tradiciones, en las palabras que conoce, en las prácticas que le son familiares.
La ilusión del control parte del supuesto que somos nosotros quienes manejamos nuestras creencias (esas nociones que nunca pensamos pero nos controlan más de lo que imaginamos).


La cognición como la ética, en el espinoso momento de la toma de decisiones (a veces trascendente) no interviene fuertemente como lo hace el automatismo de ciertas creencias, que influyen de tal manera en el resultado que se altera visiblemente.

No basta la reflexión estratégica, puramente operativa, el problema son los fines. Aquí se interpone el pensamiento filosófico.

Más allá de su conjeturada nebulosidad, de su jerga exóterica y la popular imagen de inutilidad, la filosofía opera esclareciendo, criticando y valorando las decisiones, a veces con teorías complejas y sofisticadas, otras apelando a una experiencia de veintiséis siglos.

En consecuencia ha ido creciendo en las regiones más desarrolladas del mundo occidental la conciencia de la necesidad de un asesoramiento filosófico, primero en cuestiones éticas, más tarde cognitivas. La ética empresarial (que suena utópica e irreal en países subdesarrollados y con gran corrupción) forma parte normal de la actividad empresarial en esas zonas del mundo.


La filosofía no es un mero ornamento sino un componente teórico que empleada correctamente favorece al funcionamiento del mundo social. Sólo una equivocada educación, producto de la confusión que mencioné, ha llevado a pensar que sin analizar, la acción puede ser eficaz. Se quiera o no las ideas filosóficas seguirán permeando la mente de todos y por lo tanto parece más sensato estar conscientes de estas creencias fundadas que dejarse esclavizar por antiguos muertos que creemos inofensivos.


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