Venezuela: El principio del fin

style="float: right; margin-bottom: 10px; font-weight: 600;"Thu 3rd Dec, 2015

No es nada fácil darse cuenta cuándo empieza el final, sobre todo cuando uno es el protagonista de la historia, pero no conoce el guión ni sabe cuánto dura la película.

El domingo se vota en Venezuela y nueve de diez encuestadores predicen que el chavismo perderá su primera elección regional desde que llegó al poder en el siglo pasado y que por lo tanto perderá, también por primera vez, su mayoría en la Asamblea legislativa. 

Claro que no hay que creerle demasiado a los encuestadores pero tampoco hace falta un triunfo opositor para darse cuenta que la revolución bolivariana está en problemas. Cuando no conseguís papel higiénico en un país como Venezuela, sabés que estás en problemas. Y no se trata solamente de un problema económico, que por ciento no es menor: góndolas vacías, inflación más alta del mundo, cuatro tipos de dólar oficial que van de seis a doscientos bolívares, mientras el dólar negro se vende mil. 

  No es sólo eso. Ni la corrupción descontrolada, ni los generales involucrados en el narcotráfico, ni la tasa de homicidios más alta de Sudamérica, ni los "colectivos" armados que dominan las calles con el guiño presidencial.

Tampoco se trata de minimizar los logros del chavismo, que fueron muchos e importantes, desde llevar salud y educación y vivienda a millones de excluidos hasta el esfuerzo puesto en lograr la unidad latuinoamericana, desde llenar el vacío político que dejó la implosión del Acuerdo del Punto Fijo con el Caracazo, hasta el aporte a la paz en la  Colombia.    Pero no exageremos: Hugo Chávez no es el Che Guevara. Nunca dejó de venderle casi todo su petróleo a los yanquis y no les privatizó ni un McDonald´s. A España y Argentina y a Colombia sí. A los gringos ni un McDonald´s.    Se podría adivinar que el principio del fin fue apenas un tropiezo, un primer aviso que llegó con el plebiscito del 2007 promoviendo la reelección indefinida del comandante en jefe y presidente, Fue el único plebiscito que perdió el chavismo, y que el mismo comandante se encargó de revertir con un nuevo plebiscito dos años después, del que salió triunfante porque se acordó de incluir a sus gobernadores y alcaldes en la movida reeleccionista. Al final Chávez había ganado, sí, pero el poder personalista del autoproclamado líder revolucionario había encontrado un limite en el sistema democrático. Amigos y opositores habían tomado nota.    Después vino la última operación de Chávez en Cuba antes de morir, la supuesta asunción presidencial de un hombre que no daba señales de vida, el aval de un Tribunal Supremo de mayoría automática, la entrega del gobierno venezolano a los hermanos Castro, los cuentos del séquito chavista de grandes y profundas reuniones con un hombre supuestamente presidente que seguía sin dar señales de vida, sin una foto ni un videíto de cinco segundos que demostrara que estaba consciente, el traslado de Chavez de regreso a Venezuela supuestamente tuiteando que estaba feliz de volver a su tierra, el anuncio de su muerte, la asunción inconstitucional de Nicolás Maduro como presidente provisorio cuando le correspondía al presidente de la Asamblea Diosdado Cabello, y la candidatura ilegal de Maduro porque según la constitución venezolana un mandatario que asume para llamar a elecciones porque el anterior no puede seguir está impedido de presentarse en esos comicios,   Todo eso desembocó en una campaña en la que Maduro contaba que Chávez se comunicaba con él a través de un pajarito. Pero aún con el cadáver todavía fresco y el efecto luto a full, el heredero del gran líder  apenas pudo ganar por un puñado de votos.
Casi un año después, el 12 de febrero del 2014, Día de la Juventud,  un grupo de moticiclistas uniformados y de civil del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin), junto con miembros de la Guardia Nacional Bolivariana y de "colectivos" chavistas, abrieron fuego contra un grupo de manifestantes desarmados y asesinaron al estudiante de 23 años Bassil Da Costa. Esos motociclistas, después de abrir fuego a mansalva, se replegaron detrás de un cordón de agentes antimotines alineados escudo contra escudo para cortar la marcha a dos cuadras de donde se había producido la balacera. No hicieron falta: ante los primeros disparos los estudiantes habían  huído en estampida.   Todo esto fue captado en tres videos y cientos de fotos tomadas desde balcones y terrazas,material que fue subido a las redes sociales y luego plasmado en la publicación de un informe especial de un diario afín al chavismo, Ultimas Noticias. Los directivos del diario sólo aceptaron publicar después de que los periodistas pusieran un video en Youtube mostrando la secuencia del asesinato y el video rápidamente alcanzó miles de reproducciones. Los periodistas que hicieron y forzaron la publicación de la investigación, encabezados por Tamoa Calzadilla, no tardaron en perder sus trabajos. Pero el daño ya estaba hecho:  tal fue la contundencia de las pruebas presentadas que el mismo día de la publicación Maduro tuvo que salir por cadena nacional a reconocer que el Sebín le había disparado a los estudiantes, aunque según él les había ordenado que se queden en sus cuarteles.    Semejante admisión invita a dos lecturas. Si es verdad lo que dijo Maduro, el presidente no controla a su servicio de inteligencia. Si no es verdad, ordenó una represión clandestina, fue descubierto y deslindó responsabilidades. En ambos caso se trataría de un hecho gravisimo.    Pero a juzgar por su reacción, para Maduro y su gobierno no habría por qué preocuparse. A partir de las fotos y los videos del asesinato, periodistas y abogados de Da Costa lograron identificar a diez tiradores. La fiscalía venezolana proceso a ocho y acusó a uno de ellos, el comisario del  Sebin José Ramón Perdomo Camacho, de haber matado al estudiante. Mientras los otros siete quedaron en libertad condicional, Camacho quedó detenido...en el cuartel del Sebin (!) a la espera de un juicio que todavía no empezó y que ya sufrió varias postergaciones por razones que no fueron explicadas a la peluquera Jeneth de Carmen Frías González, madre de Da Costa.    Ese mismo 12 de febrero del 2014 otros cinco estudiantes fueron asesinados a balazos mientras protestaban de manera pacífica. También murieron personas en los cortes de ruta de la opocisión, ya sea  en accidentes automovilísticos porque era de noche y no vieron la barricada, o porque sufrieron un paro cardíaco pero su ambulancia no pudo llegar a tiempo al hospital por el corte de ruta, o baleaos por chavistas y antichavistas en distintas circumstancias El gobierno sumó todos estos casos a los de los estudiantes baleados y llegó a prolija suma de más de cuarenta y tres muertos y le echó la culpa a Leopoldo López, organizador de la marcha. Es cierto, la consigna de la protesta fue pedír "la salida" del gobierno. Pero seamos honestos, no es ningún crimen pedir "la salida" de un gobierno, como por ejemplo pasa ahora en Brasil sin que nadie vaya preso por salir a la calle y manifestarse en ese sentido . Y no es lo mismo pedir una "salida", que puede ser democrática, que pedir un "golpe". En todo caso a Leopoldo López lo cargaron con los cuarenta y tres muertos por haber organizado la protesta, lo condenaron a once años en un juicio express y lo despacharon a la cárcel más brava que le pudieron encontrar.     "Si no fuera por nuestra investigación a López le daban cadena perpetua," me dijo Tamoa Calzadilla hace dos semanas en Lima, donde fue premiada por su investigación en Ultimas Noticias.   La represión del 2014, mal disimulada con un supuesto complot colombiano-estadounidense que buscaba derrocar a Maduro, asesinarlo si es posible y de paso bombardear el Palacio Miraflores, marcó un quibre en la relación del chavismo con los gobiernos posneoliberales de Brasil, Uruguay, Chile y Perú, que hasta ese momento se habían mostrado solidarios con las denuncias chavistas de amenazas desestabilizadoras. También  la OEA, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y hasta  los organismos de derechos humanos inclinados a la izquierda, tomaron distancia, conscientes de que ya no podían ignorar ni rebatir las críticas al desliz autoritario chavista que desde hace años venían realizando los principales organismos de derechos humanos del norte, Amnistía Internacional y Human Rights Watch, amén del gobierno de Estados Unidos, la Unión Europea y la derecha latinoamericana,       A diferencia de su admirado antecesor, Maduro no llama a plebiscitos constantemente para legitimarse a través de una campaña permanente. Se entiende, Maduro sabe hacer cuentas. Elegido por apenas un punto en abril del 2013, desde entonces todo ha sido cuesta abajo. El domingo enfrenta su primer test electoral. No lo buscó, pero no le queda otra. 

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