El ébola, un problema mundial

style="float: right; margin-bottom: 10px; font-weight: 600;"Wed 15th Oct, 2014

La epidemia del Ébola tiene en vilo al mundo. El letal virus que golpea fuerte en África Occidental no conoce de fronteras y amenaza con propagarse más allá del continente: hubo un caso en España y dos en Estados Unidos, ambos contraídos dentro de sus propios territorios, a raíz de haber tenido contacto con personas que se han enfermado en algunos de los países donde los médicos están librando una batalla para evitar más muertes y esperan que la comunidad internacional accione con mayor ímpetu para que el brote no cause más estragos. La carrera contra la enfermedad es compleja, y por momentos parece que se está perdiendo, y a su vez pone en evidencia las serias dificultades en la capacidad de combatir grandes males sanitarios en un mundo que está cada vez más interconectado.

Esta es la epidemia de Ébola más mortífera de la historia, y es la peor de todas porque apareció en una zona transfronteriza, porque la población de los lugares en los que está atacando se resiste a ir al médico por miedo y para evitar ser estigmatizado, lo que lleva a que haya más contagios y porque no cambian hábitos culturales para impedir que se expanda aún más la enfermedad. Y la desconfianza se acentúa entre los habitantes de los lugares afectados porque ven que los médicos que atienden a los enfermos se mueren.

El brote surgió en diciembre de 2013 en Guéckédou, una pequeña ciudad de Guinea, ubicada en el triángulo que forma ese país con Sierra Leona y Liberia. Esto explica que en apenas pocos meses surgieran casos en las tres naciones y tomara por sorpresa a las autoridades, ya que es la primera vez que el Ébola hace pie en África Occidental, una región densamente poblada y con mucho movimiento de personas entre las fronteras porque, entre decenas de motivos, muchas familias tienen parientes de uno y otro lado.

Ese extraño y letal virus
A pesar de que a diario se conocen informaciones de nuevos casos y de la preocupación mundial por la epidemia, muchos no saben de qué se está hablando. El Ébola es un virus filiforme que toma su nombre del río Ébola, en Zaire, actual república del Congo, donde fue identificado el primer brote en 1976. Se transmite de los animales salvajes a las personas, y también entre personas como resultado del contacto con la sangre, secreciones, órganos u otros fluidos corporales, incluso la transpiración. Todo apunta a que los murciélagos de la fruta son el huésped natural de este virus.

El primer caso en la historia se conoció el 26 de agosto de 1976 en la ciudad de Yambuku, al norte del entonces Zaire (ahora Congo) e infectó a 318 personas, de las cuales 280 murieron. Fue, hasta ahora, el brote más mortífero. Y desde aquella vez, se han producido 18 brotes. Los síntomas del Ébola son fiebre, debilidad intensa, dolor de cabeza, muscular y de garganta. Luego le siguen vómitos, diarrea, erupción cutánea y el deterioro de la función renal, y hepática, para dar paso en algunos casos a hemorragias internas y externas. El período de incubación hasta que se manifiestan los síntomas va de entre los 2 a 21 días, lapso en el que las personas no son infecciosas. Tiene una mortalidad que puede llegar al 90%.

Si bien hay investigaciones científicas que apuntan a encontrarla, no existe vacuna ni tratamiento específico para esta enfermedad, y los médicos pelean para aliviar los síntomas del paciente mediante el refuerzo del sistema inmunológico y aislar a los infectados para que no contagien a otros.

Fronteras porosas, controles débiles y una situación sanitaria compleja
La actual epidemia avanza, a pesar de que la Organización Mundial de la Salud (OMS), Médicos sin Fronteras (MSF) y los gobiernos de los países afectados llevan a cabo una serie de medidas destinadas a la detección precoz y el aislamiento de los afectados para frenar el virus.

Según el último registro de la OMS, hay más de cuatro mil muertos por Ébola en África Occidental y 8.300 casos, entre confirmados, probables y sospechosos. Encabeza la triste lista de víctimas Liberia, seguido por Sierra Leona y Liberia. Pero también hubo casos en Nigeria. En Senegal, Benín y Ghana se conocieron casos aislados de personas infectadas, pero no de decesos. Los afectados podrían ser varios miles más, ya que en algunas zonas remotas no hay registros ni controles.

El virus fue ventajero y aprovechó que estas naciones están mal preparadas para hacer frente al avance de estas enfermedades infecciosas y que la OMS ha quedado debilitada por recortes presupuestarios en los últimos años, lo que limita su capacidad para responder en aquellas partes del mundo que más lo necesitan. Como consecuencia de una vigilancia sanitaria débil, el brote de Guinea recién fue identificado en marzo, tres meses después de que un aldeano contrajera el virus. Para cuando fue detectado, ya se extendía por las diferentes localidades y por Conakry, la capital guineana, que tiene más de un millón y medio de habitantes.

"La clave es que la gente modifique algunos de sus comportamientos", dijo en agosto, citada por el diario español El País, la enfermera de esa nacionalidad y Presidenta de Médicos del Mundo en las Islas Canarias, Pino González, que ha estado en Sierra Leona. "Uno de los factores que están contribuyendo a la expansión del virus se relaciona con las costumbres funerarias locales, que facilitan un estrecho contacto del cadáver con los familiares", añadió.

Las condiciones culturales y socioeconómicas influyen notoriamente en el avance del Ébola. "La gente vive hacinada, en casas poco ventiladas, con escasa higiene por la dificultad de acceso al agua. Y luego están las costumbres: comen del mismo plato, velan los cadáveres durante días, y los lavan y los tocan", señaló González trazando el cuadro de situación en esa región.

Por su parte, Luis Encinas, enfermero de Médicos sin Fronteras, fue más gráfico: "El peligro es que cuando la persona afectada está muriendo o acaba de fallecer es cuando el virus está más activo y el riesgo de contagio es mayor". Es un escenario muy complicado porque también está la hostilidad hacia la ayuda externa. "Pero hay que ser muy respetuosos con su cultura, hacerles llegar la información de manera que puedan entender las cosas y trabajar mucho con los líderes locales, religiosos, los sanadores tradicionales".

Lo paradójico es que se trata de un virus tan letal como fácil de matar. Letal porque si no se lo combate a tiempo puede causar la muerte, y porque el mero contacto con las secreciones del cuerpo provoca el contagio. Por cada paciente infectado, por día, se usan 300 litros de agua clorada. "Varias veces en la misma jornada desinfectamos los equipos de protección, las camas, los colchones y la ropa", comentaba en abril Rob D'Hont, responsable de un grupo de higienistas en Conakry. Y fácil de matar porque, según asegura, no es un virus muy fuerte: se usa una "concentración de cloro de entre el 0,05 por ciento y el 0,5 por ciento, mientras que para el cólera -por ejemplo- hay que usar de hasta el 2 por ciento".

Algunos logran superar la enfermedad. "Cuanto antes son atendidos, más probabilidades tienen de sobrevivir", aseveraba Philippe Barboza, epidemiólogo de la OMS. "Aunque no hay tratamiento para el virus, se los hidrata, nutre y calma el dolor. Y su sistema inmunológico hace el resto", completaba.

Los que sobreviven, eliminan de su organismo por completo el Ébola. Pero, a pesar de que ya no pueden contagiar la enfermedad, salvo los hombres los tres primeros meses a través del semen, por lo que a quienes se curan les dan una buena cantidad de preservativos, queda una secuela tan dañina como el haber sufrido los dolores: la estigmatización social. Los que dejan el hospital y vuelven a casa se encuentran con vecinos que no se acercan a saludarlos y los rechazan.

Luces rojas encendidas y medidas urgentes
El desplazamiento del virus preocupa a la comunidad internacional. "Es preocupante porque si el Ébola se desata en Nigeria llegará muy pronto a Gran Bretaña", dijo a principios de agosto el asesor de temas científicos del gobierno británico, Mark Walport. Muchos países lo ven como una seria amenaza. Fuera de África Occidental, hubo un caso en España, el de la enfermera Teresa Romero, que atendió en el hospital Carlos III de Madrid a los dos sacerdotes repatriados, que fallecieron. Y otro en Estados Unidos, también de una enfermera, que asistió a un liberiano que murió el miércoles pasado tras haber volado a tierra norteamericana a fines de septiembre, y presentado síntomas cuatro días después.

Y ya tomaron medidas: en el aeropuerto John F. Kennedy de Nueva York, los viajeros de aquellos países afectados por la crisis del Ébola son revisados en busca de posibles síntomas; algo que se va a repetir en los otros cuatro grandes aeropuertos estadounidenses. Es que, según el Centro de Control y Detección de Enfermedades de ese país, a diario llegan unas 150 personas provenientes de Liberia, Sierra Leona y Guinea. Igual las autoridades locales advierten que "no importa cuántas medidas de este tipo se implementen, el riesgo no puede reducirse a cero". Procedimientos similares se hacen también en el Reino Unido y en otros puntos de Europa.

Con el riesgo de que el virus se propague a otras latitudes, Estados Unidos ha hecho un llamado a otras naciones para que envíen personal médico a África Occidental. Es que no sólo hace falta dinero, muchos millones, para hacerle frente al Ébola, sino también sino profesionales que alivien el dolor y prevengan a la población para que no se vean alcanzadas por ese mal.

Países como China, India y Rusia, que quieren convertirse en potencias mundiales y tienen muchos intereses en África, poco han contribuido a la lucha contra la epidemia. El secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, pidió días atrás que la ayuda se aumente 20 veces, en tanto que la presidenta de Liberia, Ellen Jonson Sirleaf, manifestó que "la respuesta internacional ha sido lenta".

¿Y por casa cómo andamos?
En Argentina las autoridades están alertas para reaccionar a tiempo ante la posibilidad de que lleguen casos sospechosos de Ébola. Están preparados varios hospitales para atender potenciales pacientes que puedan haberse infectado, como el hospital Muñiz, en la ciudad de Buenos Aires, el hospital Militar Central "Cirujano Mayor Dr. Cosme Argerich", el hospital de Pediatría Juan Garrahan y el hospital El Cruce "Néstor Carlos Kirchner", en Florencio Varela.

En el caso del Muñiz, centro de salud porteño, los profesionales que allí trabajan practicaron el procedimiento a seguir para atender los posibles casos, y cuentan con la vestimenta especial para evitar el contacto directo con el paciente y una camilla con cámara de aislamiento móvil, similar a la que se usó en agosto pasado en España para trasladar al misionero repatriado desde Sierra Leona y que después murió. Y hay preparada una sala de aislamiento.

En tanto que en el Instituto Malbrán, que depende del Ministerio de Salud de la Nación, tienen desarrollado un método de diagnóstico y el protocolo que debe seguirse con las muestras de sangre de casos sospechosos de la enfermedad.

¿Cuánto puede durar?
Hasta que no pasen al menos cuarenta días sin ningún nuevo caso, es decir, dos períodos de incubación (que van de dos a 21 días), no se puede decir que el virus está controlado. "No se puede predecir cuánto durará", dijo, entrevistada por el diario Clarín, Leticia Linn, comunicadora uruguaya de la Organización Mundial de la Salud para las Américas, con sede en Washington.

La OMS declaró a la epidemia de Ébola en curso "emergencia de salud pública de nivel internacional", con una serie de recomendaciones para que las naciones tomen medidas de prevención, detección, investigación y manejo de los casos. Ante esta situación, "es indispensable un esfuerzo coordinado a nivel internacional para evitar la difusión del virus", sostuvo Margaret Chan, la secretaria general del organismo de la ONU.

A pesar del complejo panorama, no falta el mensaje de optimismo. "No es una enfermedad misteriosa, se puede detener", afirmó Keiji Fukuda, vicesecretario de la OMS. Pero "es imperativo que la comunidad internacional realmente responda ahora", dijo por su parte el director del organismo en África. Los habitantes de las zonas afectadas quieren esperanzarse, aunque les cuesta. Mientras tanto, le piden a Dios que los salve.


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